lunes, 11 de febrero de 2013

The Walking Dead

"Todos tus muertos"
grafito y digital 2012

Por estos días me encuentro pintando mi casa, ayudando al pintor a sostener una escalera realice un mal esfuerzo, inmediatamente sentí un fuerte dolor en la cintura, un pellizco que se prolongó por toda la pierna derecha, no puedo agacharme porque el dolor se hizo más fuerte a medida que paso el tiempo y me hace ver como un zombi al caminar, digno de una película de George Romero o de la famosa serie que desvela a tantos seguidores últimamente por la pantalla de Fox. Me desplazo con la pierna extendida, ya que al doblar la rodilla vuelvo a sentir como una electricidad, desde la cintura hasta el pie. Por suerte luego de recurrir a un relajante muscular me estoy recuperando, toda esta introducción viene a cuento de un recuerdo, que también tiene que ver con muertos vivos.
Allá por los primeros 90 Todos tus muertos editaban su segundo disco “Nena de Hiroshima” por entonces empezábamos a ir a recitales con mi hermano mayor y algunos amigos, enseguida empezamos a seguir a los muertos, recuerdo el show contundente que dieron como teloneros de Los Ramones en el estadio de Obras sanitarias. Una noche en el viejo y querido local “Die Shule” de Congreso tocaban los muertos y allí íbamos a la carga los chingoleros, luego del circo de los vinos en la esquina y de tratar de garronear alguna entrada como de costumbre, ingresábamos al recinto adornado con las típicas coronas de flores y su olor nauseabundo, a los pocos segundos de arrancar el show la banda estaba cubierta de escupitajos, enseguida se animó un lindo pogo, en el que algunos trepábamos al escenario e intentábamos cantar alguna estrofa, o gritar alguna estupidez por el micrófono de Fidel Nadal, mientras este se retorcía, saltaba y hacia sus clásicas morisquetas, después nos tirábamos arriba del público que nos transportaba hacia atrás.
En un momento apenas terminaba de poner un pie sobre el escenario, se me viene encima con toda rapidez un plomo de la banda y me empuja, yo arañando el borde con mis uñas doy de lleno con mi joven espalda sobre el frio piso liso, en ese momento me pare rápidamente y seguí saltando como si nada, volví a mi casa un poco dolorido, pero todavía mi cuerpo estaba caliente y ayudado por el efecto del alcohol.
Al día siguiente, al despertarme, no podía levantarme de la cama, estaba paralizado, duro como un maldito zombi con sus articulaciones inmovilizadas. finalmente pude recuperar el movimiento con una dosis de algún antiinflamatorio inyectable que me aplicaron en la sala de primeros auxilios, enfrente de casa. Y aprendí, a los golpes, lo estúpido que puede ser querer llamar la atención usurpando un escenario ajeno. Hoy cada vez que me duele la cintura recuerdo aquella noche, y aquellos recitales, donde los muertos estaban más vivos que nunca.